top of page

Elegía de la ISLA SOSTENIBLE

Por: Cruz García y Nathalie Frankowski

     Llamo la utopía, voz griega cuyo significado es no hay tal lugar. - Quevedo     

ELEGIA.jpg

Llegamos en zepelín. Así pudimos ver los restos de los primeros dos pabellones construidos en la isla. Ahora hecho ruinas, el primer pabellón consistía de un monolito flotante en el que trabajadores y trabajadoras migrantes llegaban para construir un muro que circundaría los límites de la isla. Asfixiadas por atmósferas de conflictos bélicos y persecución étnico-religiosa, estas personas se acoplaban a su laborioso nuevo estilo de vida. Sus jornadas eran extenuantemente largas. Forjaban en hormigón un muro que eventualmente les impediría abandonar la isla, mientras que haría virtualmente imposible permitir la llegada de más inmigrantes.

No fue tanta la huella de carbono que produjeron el monolito flotante y el muro. Los cuerpos con hambre apenas producen emisiones. El muro fue construido con cemento reciclado. Sus agregados poseían certificación ecológica de uno de los burós de oficialización de asuntos de sostenibilidad. Tardó casi diez años su construcción. En ese periodo, trabajadores y trabajadoras iban erigiendo partes de lo que sería su vivienda una vez finalizada ‘la pared’, como familiarmente la bautizaron. Se casaban entre sí. Tenían hijos e hijas. Los edificios residenciales en hormigón expuesto se forjaron siguiendo fielmente modelos de la vivienda para el sector trabajador concebida por algunos de los más respetados arquitectos en el siglo XX. Eran apartamentos para familias.

El diseño de Le Corbusier para una ciudad contemporánea se combinó con otros modelos como la Brasilia de Lucio Costa y Niemeyer, los apartamentos brutalistas de los Smithsons y uno que otro esquema idealizado por vanguardistas soviéticos como Ginsburg o Melnikov, con el fin de desarrollar un plan definitivo en el que la vivienda para el sector trabajador proveyera los programas necesarios para mantenerlo separado del resto de la ciudad.

Construidos el muro y la vivienda social, la clase trabajadora sembraba los árboles que la dividirían del centro de la ciudad. En esta zona se plantaron también turbinas eólicas, plantas para el recogido de la lluvia, sistemas de irrigación en los que no se desperdiciaría ni una gota de agua, sistemas de generación energética en el que no se perdería ni un soplo de viento.

Ya organizado el cinturón verde, nombre que se le otorgó al denso muro vegetativo, los grupos trabajadores comenzaron a construir en el centro de la ciudad pabellones para conmemorar los avances de la modernidad en arquetipos arquitectónicos celebratorios de la cúspide del antropoceno, o la llamada era de la transformación de la tierra por manos humanas.

El ethos, filosofía que impulsaba todos los esfuerzos de la isla, era ‘ciudad sostenible, mundo mejor’. Para esto se comisionaron el diseño y construcción de segmentos y elementos de algunas de las visiones de ciudad sostenible más significativos de los siglos XX y XI.

El concepto que motivó la organización del centro de la isla se basó en la idea de ‘la ciudad empresarial’. Quienes la organizaban justificaban la construcción de torres cruciformes siguiendo el modelo del Plan Voisin y el levantamiento de torres infinitamente altas recubiertas con celdas fotovoltaicas y vidrio. Los rascacielos celebraban silenciosamente la relación dialécticomaterialista del protagonismo de las grandes empresas y su inversión multimillonaria en el desarrollo de la ciudad sostenible.

Las céntricas torres albergarían a las personas dignatarias, tecnócratas y empresarias responsables de desarrollar, planificar y administrar la isla. Viajando de otras ciudades desarrolladas, con certificaciones y diplomas de los institutos más respetados, esta clase directiva consolidaría la moderna visión del futuro sostenible. La clase elite se habría encomendado desarrollar estrategias y herramientas para el desarrollo y crecimiento de la economía de la isla.

A través de sus invenciones tecnológicas, sus intervenciones estratégicas y sus conclusiones legislativas, la isla se convertiría en un paradigma de desarrollo sostenible para el resto del mundo. En las torres de marfil y hormigón, de vidrio y mármol, la tecnología, la política y la economía formarían una tríada de progreso indiscutible. Las finanzas y el desarrollo garantizarían la venida de años de continuo crecimiento. La isla en manos de la elite marcharía el camino de la utopía alcanzable.

En la zona entre los rascacielos y la vivienda para trabajadores y trabajadoras, un tercer grupo de pabellones expondría los desarrollos económico-tecnológicos que, de acuerdo con los líderes, representaban avances inéditos en el desarrollo sostenible de la ciudad contemporánea.

El tercer grupo de pabellones consistía de una serie de edificaciones y estructuras en la que se expondrían estrategias económico-tecnológicas que, de acuerdo con quienes organizaban, representaban avances inéditos en el desarrollo sostenible de la ciudad contemporánea. Construidos por un grupo selecto de personas trabajadoras adiestradas, los pabellones en esta región se encontraban estratégicamente en un cinturón que separaba el centro, con las torres administrativas de la banda periférica, de la vivienda social para la clase trabajadora.

Levantados siguiendo los más rigurosos métodos constructivos, cada pabellón en esta zona representaba un logro en las estrategias modernas de sostenibilidad. Desde granjas orgánicas, hasta la extracción sostenible de tierras raras para el desarrollo de herramientas, cada pabellón enfatizaba en un área a explorar tecnológica y económicamente. En esta zona, algunos trabajadores y trabajadoras laboraban sin descanso recogiendo frutas y vegetales sin pesticidas y preservativos. Otras personas procesaban coltán y tántalo para desarrollar herramientas de comunicación, agricultura y transportación. Algunas se encargaban de manufacturar vestimentas con telas biodegradables, mientras otras construían materiales ecológicos para la construcción de edificaciones. Para defender la isla de posibles amenazas al estado sostenible de su economía, un grupo selecto de personas de la clase trabajadora fue adiestrado para formar un ejército capaz de mantener el orden dentro de la isla y vigilar la periferia en las áreas limítrofes al muro que la circundaba.

Desde el zepelín se veía la huella de la isla que, en armonía, finalmente, concretizaba la promesa de la modernidad, esa materia líquida que se transforma y transforma con el paso del tiempo. La isla iba de camino hacia mejores futuros. Antes, en el lejano horizonte, la quimera del desarrollo modernizante acortó su distancia, materializada en lo que comenzó como esbozos fugazmente ilusorios. Utopía no más, la isla evidenciaba cómo el idealismo romántico también depende de perspectivas y memorias selectivas. La ciudad ideal evidenciaba que conceptos, ideologías y ambiciones toman protagonismo solo en detrimento de otros conceptos y valores que son considerados menos importantes. En la isla todos asumen su rol. La isla crece económicamente. Su desarrollo es sostenible.

BIO
Cruz García y Nathalie Frankowski son arquitectos, artistas, autores y fundadores del estudio de arquitectura WAI Architecture Think Tank con sede en Beijing.

bottom of page