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EL DAÑO DEL AZÚCAR A LA SALUD

Por: Vilma Calderón

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El consumo de azúcar ha aumentado drásticamente a escala mundial. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), una persona promedio consume 150 libras de azúcar refinada al año. Este excesivo consumo de azúcar es altamente tóxico para el organismo y se asocia a diversas enfermedades. 

El azúcar refinada tiene el nombre bioquímico de “sacarosa”, también mencionada comúnmente como “sucrosa”, y es el resultado de la unión de dos moléculas: una de fructosa y otra de glucosa. El “azúcar de mesa” como muchos la conocen, se encuentra en casi toda la comida procesada que se ingiere en la actualidad como los dulces, las donas, los bizcochos, la repostería, el chocolate, los cereales, las barras de proteínas, los “snacks” de bolsitas, las bebidas deportivas y los refrescos, entre otros. El azúcar también se encuentra en muchas otras comidas y la mayoría de las veces lo desconocemos. Está presente en las carnes procesadas, los jamones, las sopas, el pan, las galletas, los jugos, las salsas, la mantequilla y hasta en algunos vegetales. La industria de alimentos añade azúcar a sus productos para mejorar el sabor y activar los centros de placer en el cerebro que se estimulan con la ingesta de alimentos. Es por lo que algunas investigaciones apuntan a que el azúcar puede llegar a ser adictiva para muchas personas.  

El consumo de azúcar se asocia a un riesgo mayor de desarrollar enfermedades como la diabetes, el síndrome metabólico y los problemas cardiovasculares. La relación entre el azúcar y las enfermedades del corazón se ha evidenciado desde hace muchas décadas. Sin embargo, esta asociación ha sido silenciada por la industria del azúcar. La investigación de cómo se ha manipulado la opinión científica para asociar las grasas con los problemas del corazón y desvincular al azúcar se recoge en diferentes escritos. Uno de ellos, publicado en la revista científica de la Asociación Médica Americana (AMA) en 2016 bajo el título Sugar industry and coronary heart disease, a historical analysis of internal documents, desenmascara lo sucedido. El azúcar produce inflamación de los vasos sanguíneos, lo que incrementa las posibilidades de desarrollar enfermedades cardiovasculares.

La investigación del daño del azúcar se ha realizado de diferentes maneras. Una de ellas es a través de la ingesta de refrescos carbonatados, las bebidas más consumidas por todos los miembros de una familia promedio. Cada lata de refresco carbonatado contiene aproximadamente 10 cucharaditas de azúcar. Por lo tanto, la ingesta de un solo refresco excede las recomendaciones máximas de ingerir seis cucharaditas diarias. Cada cucharadita aporta cinco gramos de azúcar y alrededor de 20 calorías. Lamentablemente, muchas personas hacen la mayoría de sus comidas acompañadas de los refrescos carbonatados que se consideran las bebidas más consumidas en la dieta de las familias estadounidenses y, aunque su ingesta se ha reducido, todavía siguen siendo las favoritas. En 2005, el Dr. Michael Jacobson realizó una investigación titulada Liquid candy, how soft drinks are harming American health para el Center for Science in the Public Interest (CSPI) en Washington, y encontró que una quinta parte de los menores de tan solo dos años consumían siete onzas de refrescos diariamente.  Además, el estudio reveló que la mitad de los menores entre seis y 11 años consumían un promedio de 15 onzas diarias, mientras que la mayor ingesta la tenían los adolescentes entre 12 y 19 años (los varones con un consumo promedio de 28 onzas por día y las chicas con una ingesta de 21 onzas diarias). Estos datos reflejan cómo desde edades tempranas las personas mantienen un alto consumo de azúcar con estas bebidas y cómo pueden desde su juventud comenzar a sufrir las consecuencias. El consumo de gaseosas y azúcar refinada también se asocia a problemas de obesidad, una condición que sigue aumentando en la niñez, en la adolescencia y en las personas adultas. El azúcar también eleva los niveles de glucosa en la sangre, lo que aumenta el riesgo de diabetes, una condición cada vez más frecuente en adolescentes y adultos. Otros estudios también han vinculado el consumo de refrescos y azúcares con el comportamiento agresivo en los menores. 

El consumo de azúcar también desencadena otros problemas de salud. Por ejemplo, hay algunas investigaciones que asocian la ingesta de azúcares con un riesgo mayor de ciertos tipos de cáncer como el de mamas y páncreas. Los mecanismos de acción son diversos y entre estos se pueden mencionar: (i) que el azúcar es la fuente principal de energía de las células malignas, (ii) que suprime el  sistema inmunológico, (iii) que provoca un aumento en la producción del factor de crecimiento (insuline growth factor) lo que disminuye la “apostosis” (muerte programada de las células enfermas), (iv) que aumenta la inflamación, y (v)  que puede inducir al crecimiento de tumores malignos. De igual manera, el azúcar estimula la producción de insulina y las células malignas tienen más receptores de esta hormona y de los receptores GLUT (transportadores de glucosa) los cuales proliferan con estas comidas.  

Del mismo modo, otras enfermedades como el Alzheimer se vinculan a un excesivo consumo de azúcar. De hecho, al Alzheimer también se le conoce como la “diabetes del cerebro” debido a que los niveles elevados de glucosa producen inflamación en los tejidos cerebrales y deterioran su función. Es por lo que además de ser un factor que pudiera incrementar los riesgos de esta enfermedad, el alto consumo de azúcar también se asocia a un declive cognitivo de modo independiente. La inflamación celular que produce la ingesta de azúcar también puede exacerbar el dolor muscular en condiciones como fibromialgia, artritis y otras. De igual modo, el consumo de azúcar contribuye al desarrollo de hígado graso, aumento en los niveles de triglicéridos en la sangre, problemas de caries dentales, inflamación de las encías y a deficiencias de vitaminas del complejo B ya que para el metabolismo de esa azúcar se utilizan vitaminas que esta no provee, por lo que se tienen que utilizar las propias reservas del organismo. 

La ingesta de azúcar no solo se asocia a enfermedades, sino también al deterioro de la salud de la piel y a la pérdida de su belleza. El ritmo al que se envejece depende de la genética, pero también del estilo de vida. El azúcar aumenta los niveles de glucosa en la sangre, lo que a su vez hace que se produzca una mayor cantidad de insulina. Este nivel elevado de glucosa, junto al de insulina, provoca una reacción bioquímica del organismo que se conoce como “glucosilación”.  Este proceso de glucosilación se refiere a la unión de moléculas de glucosa con moléculas de proteínas que producen daño a las fibras de colágeno y elastina, aumentando las líneas de expresión y el envejecimiento prematuro. El azúcar también aumenta la formación de radicales libres que promueven el envejecimiento y las enfermedades. 

La mejor manera de saber si un producto contiene azúcar añadida (no la natural de las frutas o de otros alimentos) es leyendo la etiqueta en la sección de los ingredientes. En esta sección puede aparecer la palabra azúcar o derivados como “high fructose corn syrup” o jarabe de maíz alto en fructosa (que proviene de semillas modificadas genéticamente al igual que el azúcar de remolacha), el azúcar o jugo de caña, la dextrosa, y otros como la miel que, aunque puede tener algunas propiedades de beneficio para la salud, igualmente aumenta el nivel de glucosa en la sangre y aporta muchas calorías. Los ingredientes en los productos aparecen en orden de mayor a menor cantidad. Para reducir la ingesta de azúcares debemos preferir productos que no tengan algún tipo de azúcar añadida, y si la contienen, al menos no debe estar entre los primeros cuatro ingredientes. De igual modo, se puede evitar el azúcar utilizando sustitutos seguros como los producidos de manera orgánica (libres de pesticidas) con la planta “stevia”.  Estos sustitutos a base de “organic stevia” se recomiendan para las personas con diabetes o que desean evitar totalmente el consumo de azúcar. 

Como han podido ver, es indispensable seleccionar mejor los alimentos y controlar la ingesta de productos con azúcar. Ciertamente, aunque a nadie le “amarga un dulce”, el consumo excesivo del azúcar puede llevar a un amargo deterioro de la salud.

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