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Reciclaje… ¿solución o mal necesario?

Por Iván J. Baigés Valentín, PhD – iban.baiges@upr.edu
Catedrático del Departamento de Ciencias de Ingeniería y Materiales
Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico
Especialista en Reciclaje de Materiales, Diseño de Productos Sostenibles, Sostenibilidad y Análisis de Ciclo de Vida de Productos y Procesos

El término reciclaje es uno de uso común y se asocia con un beneficio para el ambiente. Si le preguntamos a un niño/niña de edad escolar, lo más seguro es que nos diría que es bueno para el planeta y que debemos hacerlo. Nuestro gobierno ha creado distintas leyes al efecto, por ejemplo, la ley 70 del 1992, Ley para la Reducción y Reciclaje de Desperdicios Sólidos en Puerto Rico, donde establece metas de por cientos de reducción de desperdicios para distintos años. Así que como sociedad reconocemos que el reciclaje es bueno, existen leyes para reciclaje y la Autoridad de Desperdicios Sólidos para ejecutar esta política pública. Ahora, si examinamos el estado actual del manejo de residuos sólidos, tenemos que reconocer que Puerto Rico NO está siendo exitoso en esta área. ¿Por qué? ¿Acaso no estamos haciendo lo suficiente? ¿Será el reciclaje una solución para salvar al planeta? ¿Hacen falta más leyes?

El reciclaje, que es una de las estrategias de manejo de productos/materiales descartados (otras estrategias son la reutilización, disponer en un vertedero o relleno sanitario y hasta la incineración/conversión de desperdicio a energía) es un asunto social que tiene dimensiones técnicas, económicas y ambientales. El éxito del reciclaje depende de reconocer estas dimensiones y trabajar con ellas de manera integrada. En el caso de desperdicios residenciales en los municipios que tienen programas de reciclaje, las personas mismas separamos los materiales reciclables (papel, plástico, metal) del resto de nuestra basura, lo cual es el primer paso del proceso de reciclaje. El segundo paso es cuando estos materiales reciclables son recogidos en nuestra residencia o cuando los depositamos en centros de acopio designados. El tercer paso es cuando estos materiales se llevan a una facilidad de manejo donde se separan por tipo de material, por ejemplo, los plásticos se tienen que separar por tipo y por color, no se pueden mezclar. El próximo paso es la limpieza de los materiales - limpiarlos de residuos de comida y remover etiquetas u otros materiales secundarios que pudiesen contaminar el material base al reciclarlo. Luego se procesa el material limpio para convertirlo en materia prima mediante operaciones tales como la trituración, la inclusión de aditivos de procesamiento y la remoción de tintes, para así generar un material que se pueda vender para la manufactura de productos nuevos. Aunque parece sencillo, estos pasos pueden ser bien complejos y costosos al punto de que no son rentables. Por ejemplo, en el caso de una botella plástica de refrescos hay que enjuagar la botella, hay que remover la etiqueta, hay que limpiarle el pegamento de la etiqueta (de no hacerlo contamina el plástico y lo hace inservible), hay que remover la tapa (que es de un plástico distinto que el de la botella) y hay que remover el anillo plástico que está en el borde de la boquilla de la botella. El desarrollo de sistemas para completar las operaciones de preparación de material es un reto serio para el éxito del reciclaje por su complejidad y costos. Una vez superado este reto, surge el reto de buscar mercados para este material. Esta clientela necesita materiales con ciertas propiedades y características a un costo accesible para fabricar sus productos. Para que un material reciclado sea competitivo debe cumplir los requisitos de las manufactureras de productos y debe ser más barato que el material virgen. De no ser competitivo, el material reciclado no tiene mucha salida y en ocasiones tiene que ser llevado a depositarse en un relleno sanitario – lo cual es más costoso que el haber llevado el material descartado sin haber pasado por todas las etapas de reciclaje. 

Mucho de lo que descartamos a diario en nuestros hogares son materiales de empaque de alimentos (por ejemplo, envases de leche UHT) y de productos de uso común (latas de crema de afeitar). Aunque son productos sencillos y comunes, el reciclarlos puede ser complejo, costoso y el material que se obtiene posiblemente no tiene las propiedades para ser una opción real para las manufactureras. Si consideramos productos más complejos tales como cartuchos de tinta para impresoras o teléfonos celulares, nos daremos cuenta de que el reto es aún mayor con estos productos. Este tipo de análisis claramente indica que la mayoría de los productos que compramos y descartamos no están diseñados ni fabricados para el proceso de reciclaje. Esto lleva a la conclusión de que la responsabilidad mayor de esta situación no es de los ciudadanos consumidores ni de las agencias de gobierno ni de las políticas existentes, la responsabilidad mayor es de las compañías que producen estos bienes y servicios que no consideran en sus decisiones el proceso de manejo de productos descartados (etapa de final de vida).

En nuestro sistema presente, las compañías usan materiales para la fabricación de sus productos y la ganancia de estas compañías en parte está basada en el volumen de ventas de sus productos en el mercado. Los materiales utilizados a su vez son manufacturados con materiales/sustancias extraídas de la corteza terrestre/biosfera que son sometidos a procesos químicos y físicos para generar los materiales con las propiedades y características deseadas. Estas transformaciones físicas y químicas crean materiales/sustancias que no existen en la naturaleza y es por esto por lo que es peligroso el descartarlos directamente a la biosfera debido a que el mundo natural no puede manejarlos de manera segura. Estas compañías diseñan sus productos para que sean rentables en el mercado y sus ganancias muchas veces están ligadas con la idea de crear una demanda que fomente compras repetidas. Un indicador de “éxito” económico es el Producto Nacional Bruto, que es una medida de la producción de bienes y servicios en el país – mientras más productos se vendan, mayor es el PNB, y mayor es el éxito económico y supuestamente mejor está el país.  Pero el lado nefasto de esta bonanza económica es que esto también aumenta la cantidad de productos y materiales que se descartan y que deben ser manejados en su final de vida. Las consecuencias del aumento en el volumen de desperdicios sólidos lo asumen los gobiernos y por ende la ciudadanía.  Las compañías se quedan con las ganancias y nos pasan factura de consecuencias de los desperdicios generados por sus productos. El manejo de material descartado y el reciclaje es un mal necesario en este sistema para manejar estas consecuencias del crecimiento económico.

La mayoría de los productos están diseñados para no durar mucho para que así se tengan que reemplazar (obsolescencia planificada), lo cual genera más basura y desperdicios sólidos. La mayoría de los productos no están diseñados para facilitar el proceso de reciclaje de materiales ni las compañías tienen muchos incentivos para cambiar esto ya que el costo de manejo de final de vida no lo asumen estas compañías. Así que los problemas de reciclaje no ocurren tanto por las acciones de la ciudadanía, ni por deficiencias en las acciones de las agencias del gobierno, los retos que complican el reciclaje son mayormente el resultado de las acciones de las compañías que diseñan, fabrican y venden productos. La pregunta que surge es: ¿Y qué podemos hacer?

Hay dos estrategias a seguir. Una a corto/mediano plazo consiste en trabajar para diseñar productos que se puedan fabricar localmente usando material reciclado y que puedan funcionar con material que no tenga las mejores propiedades, pero que esté disponible (componente técnico de la estrategia) y, a la misma vez, crear incentivos económicos para las compañías locales que usen este material. Estos incentivos pueden ser determinados por el costo evitado del volumen de material que se desvía del vertedero/relleno sanitario. También se puede eliminar el IVU de estos productos y en el caso de que sean productos que puedan ser usados por las agencias de gobierno darles preferencia durante el proceso de subastas/compras.

A largo plazo se debe hacer la transición del modelo económico presente (economía lineal), -que fomenta el crecimiento continuo (no sostenible) basado en el uso cada vez mayor de materiales/sustancias extraídas de la corteza terrestre/biosfera-, hacia un modelo económico circular en el que el éxito económico está desligado del uso cada vez mayor de materiales, o sea, hacia un modelo de sostenibilidad. Esta transición requiere el desarrollo de estrategias para internalizar el costo de desecho en el costo de los productos para que las compañías asuman las consecuencias de desecho. Esta transición requiere el desarrollo de productos que duren más tiempo, que sean más fáciles de reparar y que sean fáciles de reciclar al final de su vida. 

En resumen, el problema de manejo de materiales al final de su vida, más que un problema del gobierno o de la ciudadanía, es un problema causado por el modelo económico presente y las compañías que operan dentro de este modelo. Enfatizar la solución de manejo de final de vida de materiales y de reciclaje es un mal necesario para trabajar con un síntoma, pero no es la verdadera solución ni atiende el problema de fondo.

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