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La iniciativa Puerto Rico Brilla para la Naturaleza:

un experimento para reducir la contaminación lumínica

en las Cabezas de San Juan

Por: Elizabeth Padilla

Para La Naturaleza Superintendente Región Este

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En la Reserva Natural Cabezas de San Juan en Fajardo hemos sentido los efectos de una enorme expansión urbana en el área costera que nos rodea. Durante los pasados años, este crecimiento ha tenido su impacto ambiental, tanto por la presión sobre el uso de terrenos como por su eventual desarrollo, especialmente en el sector Las Croabas. Este desarrollo ha incluido la construcción de hoteles, espacios para trailers y botes, restaurantes, viviendas y otros negocios relacionados con el turismo.

Esto nos ha creado en Cabezas de San Juan una de nuestras más urgentes necesidades de manejo: reducir los efectos de la luz artificial sobre los ecosistemas de la reserva, que incluyen la famosa Laguna Grande, uno de los pocos cuerpos de agua bioluminiscentes de nuestras islas (y del mundo). El bienestar de la laguna es crucial, tanto para el desarrollo del turismo como para la investigación científica. Además, este ecosistema está conectado con otras áreas naturales cercanas, igualmente importantes para el anidaje de tortugas marinas, la apreciación de los cielos oscuros y otras actividades económicas.

Sin embargo, uno de los efectos ambientales del creciente desarrollo de terrenos circundantes ha sido el incremento en la contaminación lumínica. Por esto, creamos en el 2006 la iniciativa Puerto Rico Brilla Para la Naturaleza, con el objetivo de reducir y controlar los efectos de la contaminación lumínica. La iniciativa ha sido clave para evitar que la luz artificial nocturna—proveniente de estas zonas desarrolladas—impida la apreciación de los cielos oscuros y de la bioluminiscencia de la laguna, aminorando este problema tanto para los humanos, como para la fauna y flora en y alrededor de estas áreas naturales.

La contaminación lumínica es precisamente eso: la iluminación en la noche producida por fuentes de luz artificial que impactan negativamente la oscuridad natural de nuestras noches, nuestra calidad de vida, nuestros recursos naturales y nuestra salud. Además, es un indicador del uso ineficiente de la energía.

Desde la unidad Para la Naturaleza del Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico nos dimos a la tarea de crear esta iniciativa, con la meta de reducir el efecto de la contaminación lumínica sobre las especies de flora y fauna que habitan en Cabezas de San Juan y las áreas naturales circundantes y para asegurar el recurso de la laguna bioluminiscente. A la vez, queríamos experimentar con un modelo que pudieran seguir otras comunidades y organizaciones con necesidades afines.

Para ello, establecimos primero un comité asesor de contaminación lumínica en el que reunimos personas expertas en el tema provenientes de organizaciones como el Departamento de Recursos Naturales, el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos (USFWS por sus siglas en inglés), el Instituto Internacional de Dasonomía Tropical, la Universidad de Puerto Rico, la Compañía de Parques Nacionales y la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), entre otras. También se unieron organizaciones como la Sociedad de Astronomía, el Fideicomiso de Conservación e Historia de Vieques y personas conocedoras del tema como el arquitecto Fernando Abruña, fundador del US Green Building Council.

En segundo lugar, consolidamos temas en cuatro áreas de trabajo específicas: efectos ecológicos, efectos astronómicos, efectos a la salud humana y efectos en el consumo energético. De esta forma podíamos dirigir nuestros esfuerzos de educación y toma de acción al logro de resultados, a corto y largo plazo.

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Nuestra primera acción después fue establecer nuestra área de trabajo, que comprende los 630 acres de tierra circundantes a Cabezas de San Juan, mayormente ubicadas en el área de Las Croabas. Una vez establecimos este perímetro, realizamos un inventario de iluminarias en el área y luego la dividimos en zonas: el Balneario público de 7 Seas, el Hotel El Conquistador, las áreas residenciales, la casa de verano del Gobernador, la vías de tránsito de Las Croabas, el área recreativa y el antiguo parque de pelota. En todas era común el uso de alumbrado que producía contaminación lumínica.

Una vez establecidas las zonas, las evaluamos según los siguientes criterios: ¿son necesarias todas las iluminarias existentes? Para cada iluminaria necesaria, ¿hacia dónde se dirige la luz que produce, hacia el cielo, hacia los lados, hacia abajo? El consumo energético de esta fuente de iluminación, ¿es el más eficiente? Al contestar estas preguntas identificamos el nivel de contaminación lumínica antes de recomendar el cambio a una iluminación apropiada.

En el inventario que realizamos, contamos 427 iluminarias, de las cuales 224 estaban localizadas en la carretera de Las Croabas. De estas, 120 fueron cambiadas de “drop lens” o “NEMA head” a iluminarias tipo “full cut off”. La AEE asumió esta parte de la iniciativa y en un periodo de dos semanas había realizado todos los cambios necesarios, aportando una recuperación del 20% de oscuridad a la zona.

Logramos otro cambio significativo a través de una contribución del USFWS a la Compañía de Parques Nacionales que permitió la instalación de iluminarias tipo “turtle bollard”, tanto en la playa como en el área de acampar, con lo que evitamos el uso continuo de las contaminantes tipo “floodlight” y “cobrahead”. Con este cambio de iluminación añadimos cerca de un 15% más de oscuridad natural a la reserva.

Otros cambios que han contribuido a alcanzar un 50% de oscuridad en las noches de Cabezas de San Juan son: sustitución de iluminarias en la parte norte del Hotel Conquistador, el desuso del parque de pelota cercano y las contribuciones privadas de los residentes de Las Croabas.

Esta inclusión de la participación comunitaria ha sido vital y se ha dado poco a poco, mediante recorridos especiales y Casas Abiertas que organizamos en el área. En estos eventos el vecindario ha podido identificar y reconocer el valor de los cielos oscuros, adoptando así prácticas adecuadas para evitar y reducir la contaminación lumínica.

Nuestra iniciativa incluye, además, componentes educativos que permiten identificar fuentes de contaminación lumínica para adoptar mejores prácticas de iluminación. El apoyo a medidas reglamentarias y política pública correspondiente también ha sido parte del trabajo que seguimos realizando.

Con la suma de estas acciones y al cabo de 8 años de trabajo, hemos logrado restituir la oscuridad de la noche en Cabezas de San Juan entre un 50% y un 60%. Hemos recuperado la naturaleza de nuestros cielos oscuros de la reserva y logrado que vuelva a ser un lugar para la contemplación y estudio de la bioluminiscencia y de la astronomía, un refugio para la vida silvestre y un espacio saludable para el ser humano.

 

Actualmente ofrecemos recorridos relacionados tanto a aspectos educativos de Puerto Rico Brilla Para la Naturaleza, como al monitoreo continuo de la contaminación lumínica en el área. También estamos a las órdenes de cualquier comunidad u organización interesada en aplicar esta iniciativa o en crear su propia iniciativa en otras áreas de Puerto Rico.

 

A manera de reflexión, les presentamos un fragmento del cuento La noche que volvimos a ser gente, del laureado autor puertorriqueño José Luis González (1926-1997), el cual resalta el apreciado valor de la oscuridad nocturna:

[…] “Bueno ¿y por qué es la fiesta, si se puede saber? Y en eso viene doña Lula, la viuda y me dice: Adiós, ¿pero usted no se ha fijado? Y yo miro así como buscando por los lados, pero doña Lula me dice: No hombre, cristiano, por ahí no. Mire para arriba. Y cuando yo levanto la cabeza y miro, me dice: ¿Que está viendo? Y yo: Pues la luna. Y ella: ¿Y qué más? Y yo: Pues las estrellas. ¡Ave María, muchacho, y ahí fue donde yo caí en cuenta! Yo creo que doña Lula me lo vio en la cara porque ya no me dijo nada más. Me puso las dos manos en los hombros y se quedó mirando ella también, quietecita, como si yo estuviera dormido y ella no quisiera despertarme. Porque yo no sé si tú me lo vas a creer, pero aquello era como un sueño. Había salido una luna de este tamaño, mira, y amarilla amarilla como si estuviera hecha de oro, y el cielo estaba todito lleno de estrellas como si todos los cocuyos del mundo se hubieran subido hasta allá arriba y después se hubieran quedado a descansar en aquella inmensidad. Igual que en Puerto Rico cualquier noche del año, pero era que después de tanto tiempo sin poder ver el cielo, por ese resplandor de los millones de luces eléctricas que se prenden aquí todas las noches, ya se nos había olvidado que las estrellas existían. Y entonces, cuando llevábamos no sé cuánto tiempo contemplando aquel milagro, oigo a doña Lula que me dice: Bueno, y parece que no somos los únicos que estamos celebrando. […] Pero de lo que sí me voy a acordar siempre es de lo que le dije yo entonces a doña Lula, que es lo que te voy a decir ahora para acabar de contarte lo que tú querías saber. Y es que, según mi pobre manera de entender las cosas, aquella fue la noche que volvimos a ser gente.”

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