Las aves migratorias más comunes de nuestro Archipiélago y sus rutas
Por: Sergio A. Colón López
Cuando caminas por un bosque, un descampado o cualquier lugar arbolado, sea en la ciudad o en el campo, quizás no te des cuenta de que puede haber un ave migratoria hurgando entre las hojas de un árbol. Puede que esa especie migratoria sea más común de lo que imaginas. La clasificación de “común” se basa en los datos y observaciones hechas por observadores de aves y cualquier otra persona estudiosa de ellas.
Cuando hablamos de aves migratorias lo primero que nos viene a la mente son aquellas que crían en Norteamérica, pero hay que saber que también tenemos visitantes de Europa, de Suramérica y del océano Atlántico, tanto de las regiones boreales como de las australes, e incluso de no tan lejos, como las que migran de nuestro propio archipiélago.
Son las del grupo de las limícolas (chorlitos y playeros) las que nos visitan en grandes cantidades; éstas huyen del temprano frío que se cierne en las latitudes septentrionales debido al corto verano. ¡Hay que migrar pues el alimento escaseará y en las latitudes más cálidas hay alimento abundante! Comienzan a migrar a finales de julio, principalmente las adultas, luego se les suman las más jóvenes, incrementándose su presencia en nuestras marismas o humedales de tal manera que en ocasiones forman una gran alfombra gris. Se mueven principalmente por la ruta de la Costa Atlántica (la costa este de Canadá y Estados Unidos y las Antillas). Entre las limícolas, las que más comúnmente se ven en nuestros humedales son los playeros Guineilla Menor (Tringa flavipes), Coleador (Actitis macularius), Patilargo (Calidris himantopus) y los pequeños Gracioso (Calidris pusilla) y Menudillo (Calidris minutilla); entre los chorlitos, el Cabezón (Pluvialis squatarola) y el Acollarado (Charadrius semipalmatus). En las costas nos podemos encontrar con los Playeros Areneros (Calidris alba), que corren tras el vaivén de las olas a ver si queda al descubierto algún invertebrado para comer, y en los litorales rocosos el Playero Turco (Arenaria interpres), conocido también como “vuelvepiedras” por la manera peculiar de voltear las piedras para buscar su alimento. Ya para la primavera comienzan a emigrar de regreso al norte de Norteamérica para comenzar una temporada de cría.
Otra familia grande y hermosa que llega a nuestras islas por la ruta del Este de Norteamérica es la de las reinitas —aves pertenecientes a la familia Parulidae— que muchas veces pasan inadvertidas pues generalmente se alimentan entre los follajes de los árboles y es más lo que se les oye que lo que se les ve. En su mayoría hacen un reclamo, un repetitivo “chip” —tal vez por eso en Méjico y gran parte de Centroamérica se les conoce como “chipes”. Muchas de ellas tienen llamativos colores. Entre las que se encuentran muy presentes en todo nuestro archipiélago lo son las reinitas Pechidorada (Setophaga americana), Galana (Setophaga discolor), Trepadora (Mniotilta varia) y Candelita (Setophaga ruticilla). A estas se les puede ver en cualquier hábitat, incluso algunas en nuestros patios. También son comunes en las ciudades o zonas urbanas con espacios arbolados. La familia de las reinitas tiene cerca de cuarenta especies, de las cuales sólo tres son residentes y, de éstas, dos son endémicas de Puerto Rico.
En los manglares son muy comunes y abundantes las Pizpitas de Mangle (Parkesia noveboracensis), sin embargo, están ausentes en la zona central, ocupando su lugar las menos abundantes Pizpitas de Río (Parkesia motacilla).
La Reinita Rayada (Setophaga striata) es muy abundante en otoño, pero su presencia es muy rara el resto del año pues continúa su migración a Suramérica; es que durante su migración prenupcial (cuando se dirigen a Norteamérica a criar) prefieren moverse a través de Centroamérica.
En la Cordillera Central, además de algunas de las arriba mencionadas, abunda la Reinita Azul (Setophaga caerulescens) y, aunque menos abundante y comúnmente que ésta, se suele avistar la Verdosa (Setophaga virens). Ambas son muy llamativas por sus hermosos colores. Se les puede ver hasta en sitios tan altos como Cerro de Punta y Cerro Jayuya.
Solemos considerar migratorias aquellas que no crían, pero que vienen a pasar el invierno en nuestro Archipiélago. Además, tenemos especies nidificantes que luego de criar se van a otras partes fuera de nuestros territorios, a saber: el Chirre (Phaethon lepturus), el Vencejo Negro (Cypseloides niger), el Querequequé (Chordeiles gundlachii), el Julián Chiví (Vireo altiloquus) y la Golondrina de Iglesias (Progne dominicensis).
De Europa nos visitan algunas especies marinas; esto ocurre mayormente en otoño e invierno, siendo la más común la Gaviota Sombría (Larus fuscus).
Hay migraciones del Hemisferio Sur. El invierno austral empuja a las aves, mayormente pelágicas u oceánicas, hacia nuestros mares. También, puede que, por otras razones, en ocasiones se pueda avistar en las charcas la subespecie andina del Pato Chorizo (Oxyura jamaicensis).
Por último, también existe un tipo de migración a la que se le podría llamar intraisla. Es la migración que ocurre dentro de la misma isla cuando los recursos se agotan en determinado lugar de ella o simplemente cuando comienza o termina la época de cría. Un claro ejemplo es el del Chorlito Blanco (Charadrius nivosus), del que hay individuos que migran desde Cabo Rojo a costas como las de Camuy o Luquillo. En el archipiélago, el Pato Quijada Colorada (Anas bahamensis) y la Paloma Turca (Patagioenas squamosa) se suelen ver volando entre las islas de Culebra, Vieques y la Isla Grande.