Descubre los Encantos Ecológicos de Puerto Rico
Por: Alexis Molinares
La combinación de una envidiable ubicación geográfica con una compleja geología ha dotado a Puerto Rico de una variedad de climas y microclimas que han forjado ecosistemas de alto valor ecológico, complejos, pero a su vez de fácil acceso público. Lo anterior ha configurado un inventario natural diverso, capaz de brindarnos una experiencia recreativa y educativa de calidad, elemento esencial para poder cumplir con los principios internacionales del ecoturismo. Si a esto le agregamos el componente histórico/cultural, se incrementa el potencial recreativo y educativo, tanto para los residentes de la Isla como para los visitantes del exterior. Sin embargo, para lograr lo anterior, se hace necesario implantar iniciativas creativas que nos permitan alcanzar su máximo desarrollo.
Para la persona más aventurera, el contar con poca o el no contar con ninguna infraestructura de acceso no es impedimento para ponerse en contacto directo con los encantos naturales de la Isla. Estos encantos pueden ir desde apreciar fenómenos naturales singulares, como la bioluminiscencia de una bahía como Mosquitos en Vieques o la de la Laguna Grande en Fajardo, hasta observar expresiones reproductivas del reino animal, como la cobada en Isla de Mona o el anidaje de los bubíes en la Península de Flamenco en Culebra. De igual forma, Puerto Rico cuenta con ecosistemas de gran valor y extremos en su apariencia visual, como el Bosque Seco de Guánica, así como su antítesis, el Bosque Lluvioso del Yunque, en los que la precipitación condiciona su aspecto. A lo anterior se suma todo un repertorio de paisajes escénicos, como los que encontramos en el rasgo geográfico del Guajataca o en el Cañón de San Cristóbal en Aibonito-Barranquitas, hasta ambientes semi domesticados, como el Sistema de Cavernas del Río de Camuy o, simplemente, el paisaje icónico del Carso norteño o de los valles interiores del noreste.
En ese paso por descubrir los encantos ecológicos de la Isla, una pregunta que salta a la consideración es, ¿qué hace a un ambiente natural meritorio de llamarse “encanto”? La respuesta a esta pregunta es compleja, ya que, para un extranjero, el exponerse a un ambiente desconocido, de calidad y ajeno a su realidad geográfica es suficiente para categorizarlo como un encanto, algo que típicamente pasa desapercibido para el residente local. Por otro lado, para el turista más riguroso, este calificativo requerirá que el atractivo ecológico cuente con elementos únicos, ya sea en especies o en complejidad ecológica.
Para el viajero que interesa una experiencia de inmersión y explorar la naturaleza a fondo, contamos con un archipiélago que incluye lugares como Culebra, Vieques y Caja de Muertos, donde existe infraestructura para viabilizar la experiencia de visita a sistemas naturales relativamente poco impactados. Igualmente, existen destinos más retantes como Isla de Mona o los arrecifes de Isla Desecheo, donde el deseo de aventura incluye un grado mayor de desafío físico, nivel que usualmente está disponible para solo unos pocos. Estos destinos nos permiten un contacto directo con los ecosistemas marinos o costeros y con los arrecifes, donde aún se conservan las condiciones para producir un nivel superior de satisfacción en el visitante.
Si quisiéramos evaluar dónde nos colocamos como lugar de abundantes encantos naturales, la inequívoca conclusión sería que pocos lugares del planeta pueden decir que cuentan con tal diversidad de ecosistemas en un área tan limitada. Ecosistemas tan variados como los arrecifes de coral, las playas arenosas o rocosas, las dunas, los bosques costaneros, los de mangle, las lagunas, las ciénagas, los bosques húmedos, los de altura y hasta el misterioso bosque enano, en las cumbres de nuestros picos más altos, nos caracterizan como país. Esta arquitectura natural está por toda nuestra patria y mejor aún, está accesible en una travesía de apenas unos minutos.
Pero, ¿qué significado especial tiene el contar con esta gran diversidad natural? Para empezar, estos encantos forman parte del patrimonio natural de Puerto Rico; son un laboratorio y a la vez un salón al aire libre donde podemos aprender y tratar desde los más elementales principios de las ciencias terrestres, hasta los más sublimes temas humanistas. Por ejemplo, estudiar el ecosistema del arrecife de coral puede traer tanta satisfacción a una persona científica, como a una artista que se inspira en su belleza para plasmarlo en una pintura, en una foto o hasta en una poesía. Ese es el intangible valor de un encanto natural, ser un rico mosaico de vida, legado generacional que nos toca proteger y entregar en igual o mejor condición a las generaciones siguientes. Es propiedad de todos y de todas y bien de nadie. Encierra un principio de aprecio, nos define como pueblo y nos provoca la nostalgia cuando nos distanciamos. El nuestro es ser la casa del coquí, la de la mariposa monarca, al igual que la de la cotorra.
Esos encantos convertidos en patrimonio nos dan servicios ecológicos difíciles de sustituir, aun con la tecnología más moderna. En nuestros tiempos, damos por sentado muchas de sus contribuciones, olvidando que esta infraestructura natural trabaja veinticuatro horas. Nos sirve agua, mitiga los impactos negativos al ambiente, nos suple oxígeno, nos brinda la oportunidad para la contemplación del paisaje, provee oportunidades económicas, nos brinda oportunidades recreoeducativas y, en última instancia, nos da una gran paz interior.
No importa cómo le llamemos, ya sea El Yunque, Laguna Tortuguero, Bosque de Toro Negro, Cañón de San Cristóbal o Parque de las Cavernas de Camuy, cada uno de estos sistemas amerita una consideración especial. A pesar de su fortaleza, necesitan de la acción decidida para su protección. Es nuestro deber conocerlos, ya sea caminándolos, pedaleándolos en bicicleta o remando en sus remansos.
La conservación de nuestros encantos ecológicos debe estar en la agenda de cada uno y de cada una, de quienes, de alguna forma, nos consideramos ciudadanos y ciudadanas responsables en este verde-azul rincón de nuestra nave tierra.
El autor es Ecólogo, Educador Ambiental y Especialista en Áreas Protegidas y Turismo Sustentable. Para contactarlo escriba a alexismolinares@yahoo.com.