WILDSCAPING
Reflexiones sobre el Paisajismo Agreste
Por: Por Fernando Abruña, FAIA
Wildscaping fue el término que acuñé, en el acto y de forma improvisada, cuando un vecino de nuestra Casa Ausente en el municipio de Vega Alta se me acercó, me preguntó y casi acusó: “Abruña, tu patio no luce bien, se ve abandonado… ¿Tienes intenciones de cortar el pasto o lo vas a dejar crecer más alto de lo que ya está?”.
Parte del esquema de diseño paisajista de la Casa Ausente suponía dejar el patio exterior como un patio agreste, es decir, uno donde la Naturaleza tomara posesión del lugar sin que hubiera intervenciones de domesticación por parte nuestra, como seres humanos que compartimos este planeta con ella.
Con relativa frecuencia, compañeros, compañeras y amistades se refieren a un predio de terreno donde no se ha desarrollado algún proyecto de construcción como uno “baldío”. Con una acústica despectiva oímos, “Ese sitio es un pastizal”. “Ese terreno está perdido” es otra expresión de origen similar. Estos comentarios parten de un supuesto, a mi manera de ver, equivocado. Para que un predio de terreno sea útil (y hermoso) no hay necesidad de ocuparlo (con algún edificio o construcción o inclusive arreglo de jardinería). A veces sólo basta dejar que exista…a veces sólo basta con poder contemplarlo. En todos ellos se llevan a cabo numerosas actividades que pasan desapercibidas. Éstas incluyen, entre otras, atraer vida silvestre a un lugar, de atractivo especial si es en un centro urbano; reducir escorrentías durante eventos de lluvias, algunas potencialmente dañinas, particularmente en lugares densamente construidos, apreciar la belleza de la naturaleza que no ha sido intervenida.
Estos predios agrestes proveen, además, la posibilidad de que animales domésticos puedan hacer sus necesidades sin que les acompañe “la bolsita de plástico” (la que toma 300 años en degradarse) que atrapa el excremento fielmente recogido, y con buena intención, por su celoso dueño o dueña. Estos “terrenos baldíos” atrapan miles de libras de bióxido de carbono, el principal gas que ocasiona el cambio climático, cuya solución, huelga decir, es de prioridad para la supervivencia de quienes habitamos el planeta. Este “terreno perdido” también nos ayuda a mitigar las temperaturas que se dan en lo que se conoce como “islas urbanas de calor”, donde la temperatura del ambiente es sustancialmente mayor que la del resto de la ciudad. La erosión de la fértil capa vegetal que permite la vida en el planeta se evita con el crecimiento de “un pastizal”. Estos mismos terrenos en muchas ocasiones propician el crecimiento de comestibles y, con frecuencia, muchos de los “pastos” que en ellos crecen tienen propiedades medicinales.
La domesticación del paisaje es un reflejo de nuestro deseo de dominarlo. Sobre la domesticación es que se fundamenta gran parte del diseño paisajista que se enseña en muchos centros universitarios y en escuelas de jardinería y de Arquitectura Paisajista. Es una aceptación tácita de la idea que estipula que sólo lo que ha sido intervenido por el ser humano tiene valor estético y/o cultural, desde el punto de vista de la persona usuaria que presumiblemente puede ser afectada de una forma u otra al experimentar o entrar en contacto con el lugar en cuestión. No quiero invalidar con esto el que se diseñe un paisaje o, a menor escala, un jardín. Sí quiero decir que la belleza se manifiesta en todas partes, incluso en sitios donde no necesariamente veamos la intervención del ser humano. Existen paisajes naturales que son apreciados por (casi) todos y por su “natural” belleza. Muchas, tal vez todas, las ideas de belleza son enseñadas y aprendidas…a veces pienso que son casi de carácter ideológico. El poder apreciar la belleza de “un solar baldío”, de “un pastizal” o de “un terreno perdido” supone entender la belleza de la mácula, la belleza intrínseca de la imperfección, según nuestro criterio cultural. Con un germen similar se crean arrabales de forma improvisada y en ocasiones casi aleatorias y accidentadas con una belleza formal irresistible. “Me gustan las villas mediterráneas con sus casitas blancas dispuestas de una forma muy hermosa”, me dicen muchos públicos reconociendo, inconscientemente, la belleza del accidente y de la imperfección.
En fin, el mensaje que quiero transmitir es que en muchas ocasiones no tenemos que hacer nada con la naturaleza…ni debemos. Podemos dejar que exista, que ocurra, que se exprese. Tanto derecho tiene ella como nosotros…después de todo, llegó a nuestro planeta antes que el ser humano, su más joven morador.
Y, si acaso les pica la curiosidad… ¡NO!, no pude convencer a mis vecinos y vecinas sobre el concepto de “wildscaping”. El experimento duró muy poco tiempo. El resultado final es un patio delantero domesticado que tiene mucha más gente adepta que el que tuvo el original “pastizal abandonado”…, el que realmente me gustaba y atraía más.