Apremiante dirigirnos hacia el desarrollo inteligente
Por: *María A. Juncos Gautier, M.S.
Directora Centro de Estudios para el Desarrollo Sustentable Escuela de Asuntos Ambientales Univerisidad Metropolitana
El uso poco inteligente y no sustentable del terreno en Puerto Rico constituye un problema que sigue incitando la discusión pública y solucionarlo es un reto apremiante. El problema consiste del continuo crecimiento de la huella construida de baja densidad fuera de los centros de población, lo que comúnmente conocemos como “desparrame urbano”.
Este tipo de crecimiento suburbano alarga distancias al separar las áreas residenciales, comerciales e industriales y requiere la continua expansión de la infraestructura pública. Se distingue por una amplia red de carreteras, a veces sin cohesión, rodeadas por un mar en expansión de casas unifamiliares y sin alternativas variadas de transportación. Los lugares donde vivimos, trabajamos y compramos no están a una distancia de corto recorrido a pie, ni con alrededores que inviten a caminar. Esto hace que dependamos del carro para movernos. Con un promedio de dos autos por familia, algunos estudios han calculado que gastamos alrededor de un 40 por ciento del ingreso familiar en el uso y mantenimiento de estos vehículos de motor, porcentaje que podría ser destinado a mejores inversiones para nuestras familias y calidad de vida.
La lista de los problemas que trae el desparrame urbano es larguísima, sobre todo en una isla pequeña como la nuestra con una alta densidad poblacional: pérdidas en la biodiversidad por la destrucción de áreas de valor ecológico, disminución de nuestra seguridad alimentaria por la pérdida de terrenos agrícolas y del potencial de las actividades relacionadas con la agricultura como sector de importancia económica, contaminación de los abastos de agua por las escorrentías de lluvia en áreas urbanas, inundaciones por la impermeabilización del suelo, entre muchos otros problemas ambientales, además de sociales y económicos. En fin, casi todos los retos que enfrentamos hoy en día están directamente relacionados con cómo usamos nuestro limitado espacio territorial. Sin embargo, sabemos que hay alternativas que traen progreso económico a la vez que justicia social y ambiental. Estas alternativas se recogen en el libro educativo Hacia el desarrollo inteligente: 10 principios y 100 estrategias para Puerto Rico, a la venta en las principales librerías en la Isla y la tiendita de comercio justo La Chiwinha en Río Piedras.
El desarrollo inteligente es un concepto de carácter universal y de sentido común que recoge, en principios y estrategias específicas, mejores prácticas de planificación y desarrollo urbano sensitivas al medio ambiente y a las comunidades. Este concepto se encuentra enmarcado dentro del desarrollo sustentable: “desarrollo que satisface la necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones de satisfacer sus propias necesidades”.
¿Por qué no implantamos en Puerto Rico estos principios universales y de sentido común? En el libro, ilustro buenos ejemplos para emular de diferentes municipios alrededor de la Isla, aunque todavía son ejemplos aislados. De hecho, el libro ayuda a que los municipios cuenten con un marco de referencia que guíe los planes y las actividades para el uso del suelo de sus respectivas jurisdicciones. El reto está en la implantación de estos principios, lo cual depende de la voluntad política de los y las líderes de turno y de la presión que ejerza la ciudadanía para hacerles responsables por su decisiones. Ahí recae nuestra responsabilidad ciudadana. Tenemos que educarnos sobre el tema y exigir para Puerto Rico un desarrollo inteligente.
Los principios del desarrollo inteligente están resumidos a continuación.
Los beneficios del desarrollo inteligente son muchos:
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Hace posible una ciudad más humana y democrática con espacios peatonales públicos y al aire libre para todo el mundo.
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Facilita interacción e integración social fundamental para la justicia social.
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Ayuda a bajar la dependencia del petróleo y reduce las emisiones de CO2 al ofrecer transportación colectiva y alternativas no motorizadas para moverse.
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Contribuye a la economía al crear constante vitalidad económica en las áreas urbanas.
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Reduce los costos de construcción y mantenimiento de la infraestructura pública al no promover su continua expansión.
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Reduce el deterioro de la infraestructura existente e histórica al promover su redesarrollo y revitalización
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Crea comunidades más seguras, activas de día y de noche al ofrecer usos mixtos, reduciendo espacios solitarios para actividades delictivas.
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Protege los terrenos agrícolas y el ambiente
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Ayuda a la salud física y mental.
Los diez principios del desarrollo inteligente:
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Combinemos usos diversos del terreno (zonifiquemos para usos múltiples).
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Incentivemos el diseño de edificios compactos (densifiquemos).
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Ampliemos la gama de oportunidades y alternativas de vivienda para todos los sectores socioeconómicos.
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Creemos comunidades peatonales (construyamos aceras anchas, arboladas y bien mantenidas, que nos lleven de un destino a otro).
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Desarrollemos comunidades atractivas y distintivas con un fuerte sentido de pertenencia al lugar (respetemos y embellezcamos nuestro entorno natural y patrimonial, desarrollemos a escala humana lugares seguros para el encuentro y la interacción social).
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Preservemos espacios abiertos, terrenos agrícolas y de belleza natural y áreas ambientales críticas.
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Dirijamos el desarrollo de terrenos hacia las comunidades existentes (démosle prioridad al mantenimiento de la infraestructura existente, redesarrollemos y revitalizacemos).
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Brindemos una variedad de opciones de transportación (tengamos el derecho a escoger entre caminar o usar bicicleta, transporte colectivo o carro).
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Hagamos que las decisiones en cuanto al desarrollo sean predecibles, justas y beneficiosas (beneficiemos a todos los sectores, seamos transparentes en los procesos).
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Propiciemos la colaboración de la comunidad y otros grupos interesados en la toma de decisiones (trabajemos en conjunto por el bien de todas las personas, el bien común).