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SOSTENIBLE HASTA LA MUERTE

Dr. Fernando Abruña, FAIA

¿Has pensado cómo harás para cuando llegue ese momento?
 
No hay que abundar sobre cuál momento. Ya sabemos que se refiere al de nuestra muerte, pero nuestra cultura la trata con tal solemnidad que no tiene el arrojo para nombrarla.

No hay duda que nadie quiere enfrentarse a ese escenario; aun quienes contemplan el suicidio sienten aprehensión al momento de tomar la decisión. Nuestra cultura y las religiones tienen sus propios ritos, procedimientos y protocolos para enfrentarla. La industria de seguros también, la aborda desde la perspectiva económica: el costo del funeral, del entierro o cremación, el “donativo” para la iglesia, el costo del ataúd o la urna, el cementerio y su costo hipotecario y de mantenimiento y el lugar de disposición. Los factores económicos son muchos, indicio de que vivimos en una sociedad altamente comercializada y capitalista. “¡Le sacamos dinero hasta la muerte!” o quizás,  mejor dicho, “¡Te sacamos dinero hasta en tu muerte!”.

Con frecuencia  la decisión sobre lo que hacemos con un cadáver se toma a la ligera cuando la muerte es sorpresiva, inesperada o motivada por alguna enfermedad catastrófica de deterioro acelerado o por accidentes fulminantes. Cuando la muerte es predecible, se toman las decisiones de acción con tiempo; se pueden analizar, se pueden estudiar y accionar de formas más o menos racionales. Pero, ¿has pensado sobre la sostenibilidad de esa acción?.

Existen tradiciones de pueblos indígenas en los que la muerte es solo una transición natural de un estado a otro y se acepta con dignidad y comúnmente sin tristeza; hasta con alegría y festejos en algunas culturas, comentan algunos antropólogos.  

Una tradición zoroastriana depende de los buitres para mantener vivo su antiguo ritual de entierro. En esa tradición, se cree que un cadáver contamina todo lo que toca, incluido el suelo y el fuego, y elevar un cadáver al cielo para que los buitres lo devoren es históricamente la única opción. El cadáver se coloca en lo alto de una “torre del silencio” que se construye y se utiliza exclusivamente para ese ritual fuera del camino de los vivos que podrían verse contaminados por el cadáver. La torre es típicamente de madera y sobrepasa el dosel del bosque (cuando ese es el contexto), coronada con una plataforma donde se coloca el cuerpo expuesto a las inclemencias del tiempo, la lluvia, el sol y para ser devorado por los buitres y otros animales. La pudrición natural que viene con la descomposición de lo que queda luego del festín animal y bacteriano continúa con el tiempo, pero el hedor característico de un cadáver es dispersado por el viento a una altura que evita la molestia en los alrededores.

Una práctica similar es el “entierro en el cielo”, común entre las personas budistas del Tíbet que valoran enviar las almas de sus seres queridos al cielo. En este ritual, los cuerpos se dejan afuera, a menudo trozados, para que los pájaros u otros animales los devoren. Esto tiene el propósito de eliminar el recipiente (ahora vacío) del cuerpo y permitir que el alma se vaya. Este rito, alegan sus practicantes, completa el círculo de la vida y da sustento a los animales. 

Los países nórdicos, han adoptado el agua como cementerio en sus rituales para los muertos. Algunos dejan los cuerpos a la deriva en “barcos de la muerte”, ya sea a lo largo de un río o enviados al océano, devolviendo los cuerpos a los dioses o a los lugares tradicionalmente valorados por la gente de la zona. 

Permítanme una ligera digresión… Recuerdo cuando comencé mi cátedra en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, un proyecto que asigné para los estudiantes del curso de diseño de segundo año.  El proyecto consistía en diseñar un espacio para morir. Hubo estudiantes que mostraron elasticidad con lo asignado y escogieron desarrollar un espacio para ¡el suicidio! Las soluciones fueron variadísimas, desde horrendas y extremas hasta unas hermosas y poéticas. Algunas de estas soluciones ya apuntaban y esgrimían conceptos y consideraciones de sostenibilidad en el proceso. Una de las que captó mi atención se asemeja a los “barcos de la muerte”. La estudiante propuso una balsa abierta con protección solar, donde se colocaría la persona “a punto de morir”. Ésta se despediría de sus familiares y amigos en una ceremonia muy solemne, tranquila y acompañada de música de “Nueva Era” (New Age) que se escuchaba para aquellos tiempos en la universidad. Como parte de la ceremonia, la balsa se colocaría al amanecer en un mar de baja marea y luego de la despedida se dejaría flotar a la deriva hasta que la muerte llegara al cuerpo receptor. 

Sin recurrir a tradiciones como las aquí discutidas, ¿que opciones sostenibles tenemos disponibles al enfrentar la muerte? A continuación, te ofrecemos opciones para tu consideración.

Si se consideran los impactos a largo plazo, el entierro tradicional (donde el cuerpo embalsamado, con químicos que contaminan los suelos, se coloca en un ataúd) generalmente tiene un impacto ambiental 10% mayor que la cremación; es un proceso que requiere más mano de obra y recursos. Gran parte de las emisiones provienen del mantenimiento de la tumba y el césped del cementerio a lo largo de los años. 

La cremación, que consiste en la incineración del cuerpo en hornos/hogueras a altas temperaturas y que convierte el cuerpo en cenizas, se ha adoptado más recientemente en Puerto Rico como una opción no solo más económica, sino además menos dañina al ambiente. No obstante, la cantidad de energía que se utiliza a través de la quema con combustibles fósiles (con frecuencia gas) es significativa al considerar las emisiones de dióxido de carbono, uno de los gases que más aportan al calentamiento global. En Estados Unidos, la cremación representa cerca de 360,000 toneladas de emisiones de CO2/año. Se estima que una cremación produce un promedio de 535 libras de dióxido de carbono. Esto equivale al 1.3 % de la emisión promedio de CO2 de la persona boricua, que ronda las 20 toneladas al año. Si usted desea cancelar esas emisiones ocasionadas por la cremación de su cuerpo, incluya en su testamento la siembra de 10 árboles como parte de los rituales fúnebres.

Una opción que está teniendo mayor aceptación a nivel mundial y que atiende las preocupaciones ambientales y de sostenibilidad es el entierro forestal, conocido en inglés como “Woodland Burial”. Este consiste en el enterramiento del cadáver, sin embalsamar, en un recipiente (se prefiere este término a ataúd) de material fácilmente biodegradable. Una práctica común es sustituir el uso de una lápida por una flor, planta o árbol y marcarla en un mapa para actividades futuras de recordación. Más recientemente se utilizan coordenadas digitales que precisan la ubicación del lugar. Con el tiempo tanto el recipiente como el cadáver se disuelven en la tierra y se reintegran en la naturaleza. 

En lugar de una cremación tradicional, se puede optar por una cremación con agua, conocida como aquamación. Utiliza agua tibia y una solución alcalina para descomponer el cuerpo.

No genera emisiones al aire, utiliza 90% menos energía que la cremación y menos agua que la que consume un hogar en un día. Al final del proceso los huesos que quedan pasan por una máquina que los convierte en un polvo muy fino. 

Más recientemente se está utilizando el proceso de compostaje corporal que convierte el cuerpo en abono. El compostaje corporal es un proceso biológico controlado que ocurre dentro de un recipiente donde se coloca viruta y aserrín de madera, alfalfa, paja y un brebaje microbiano de bacterias y hongos. En el transcurso de cuatro a seis meses, el cuerpo, junto con esos otros agentes orgánicos, se convierten en un suelo fértil que se entrega a la familia o se dona a fincas autorizadas. Al momento de este escrito el compostaje corporal es legal en muy pocos estados de Estados Unidos.

Espero que esta discusión amplíe las opciones que tradicionalmente se consideran al enfrentar la muerte. 

Cierro este artículo con la postura que sobre la muerte aprendí de mi profesor de estudios doctorales, Richard Buckminster (Bucky) Fuller: “We don’t die, we only tune in differently” (“No morimos, solo sintonizamos de otra manera”)…. Coincido con su postura.

   Saludos sostenibles

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