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Seguridad alimentaria y agroecología
en tiempos del Covid-19

Nelson Álvarez Febles (*)

En años recientes, a raíz de distintos eventos y crisis que hemos vivido en Puerto Rico, se ha convertido en información pública, extensamente manejada, la realidad de que en nuestro país se produce solamente entre el 80 y 90 por ciento de los alimentos que consumimos. La procesión de huracanes extremos, las sequías severas, la erosión de las costas y las lluvias torrenciales dramatizan el impacto del cambio climático sobre nuestro archipiélago. Las relaciones coloniales con Estados Unidos y la mala administración gubernamental acrecientan la dependencia económica y política, limitando las opciones agroalimentarias sustentables. El abuso de la naturaleza lleva a la pérdida de suelos, biodiversidad y fuentes de agua. Si a lo anterior se añade que prácticamente toda la comida entra por el puerto de San Juan, viene desde pocos puertos en los Estados Unidos, es transportada por un par de compañías navieras y que en nuestro territorio solo se almacenan existencias para unas cuantas semanas, tenemos el cuadro perfecto para la inseguridad alimentaria.

Este último año las realidades locales e internacionales han estado dramáticamente marcadas por la pandemia del Covid-19, tanto en su fase salubrista como en el manejo económico y político de nuestra sociedad isleña. Las limitaciones a la apertura de negocios, plazas de mercado y restaurantes han modificado la manera de adquirir y consumir los alimentos. Muchos y muchas hemos rescatado y mejorado destrezas culinarias, ha aumentado la conciencia sobre la relación entre la calidad de lo que comemos y la salud y más personas siembran huertos caseros para complementar y mejorar la alimentación. Temas que desde hace tiempo han ocupado espacios alternativos, ahora se discuten abiertamente, como por ejemplo, que los alimentos procesados y de la agricultura química industrial pueden ser deficientes en nutrientes esenciales y estar contaminados, mientras los alimentos más naturales y orgánicos ofrecen mejor calidad nutricional.

Han sido muy creativas las estrategias de las y los puertorriqueños para adaptarse e innovar ante la realidad de que salir a comer se convirtió en algo limitado por las órdenes ejecutivas del gobierno y, ante la ignorancia sobre el comportamiento del virus, en una posible mayor probabilidad de contagio. Las modalidades de servi-carro y entregas a domicilio se convirtieron en algo común. Proliferaron los servicios de comidas preparadas llevadas a las casas. Como parte de la explosión que trajo la pandemia en el uso de las redes sociales, fueron muchos los negocios, locales y de afuera, que vieron un aumento en las ventas y entregas por correo. Cuando por fin, y tímidamente, comenzamos a salir a comer en restaurantes, ha sido con severas restricciones de seguridad y espacio, y bajo una vigilancia que a veces parece atropellar derechos ciudadanos básicos.

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En todo este proceso, se ha dado un florecer del interés en productos agrícolas frescos, locales y orgánicos. Hemos discutido en escritos anteriores la capacidad de las fincas agroecológicas para ser más resilientes que las convencionales ante eventos catastróficos naturales y sociales (ver bibliografía abajo). Entre las prácticas agroecológicas que aportan a la resiliencia podemos incluir:

  • Diversificación de agroecosistemas frente a los monocultivos: policultivos, multiplicidad de micro-agroecosistemas y aumento de la agrobiodiversidad. Integración de sistemas agropecuarios: hortalizas, frutales, aves, ganado, acuacultura, apicultura, entre otros.

  • Manejo, conservación y cosecha del agua.

  • Integración y diversificación de sistemas agroforestales, desde cafetales a bosques maderables, setos vivos y sistemas silvo-pastoriles, hasta siembras de árboles que integran la crianza de animales.

  • Uso de semillas de cultivos tradicionales y locales, con buena adaptación agroecosistémica y social.

  • Integración de sistemas de producción animal en los ciclos de producción.

  • Manejo de los suelos: vida microbiana, uso de la materia orgánica, coberturas, cosecha de carbono en los suelos.

  • Recuperación del conocimiento tradicional y de las tecnologías jíbaro/campesinas.

  • Desarrollo comunitario con infraestructuras sociales capaces de soportar eventos extremos externos: relación entre la resiliencia social y la ecológica.

 

Mientras tanto, uno de los principios básicos de la agroecología, y que la diferencia de los sistemas agrícolas convencionales e industriales, es que las personas, lo social, las comunidades humanas, ocupan un lugar central en el diseño y la práctica. En las diversas crisis que hemos vivido estos años, el movimiento agroecológico ha demostrado una gran capacidad de reacción, tanto a nivel de acción para la recuperación de las fincas y su producción, como de restablecimiento y fortalecimiento de estructuras y sistemas. Esa capacidad de reacción fue posible por el grado de organización formal y las estructuras informales que se han venido desarrollando en movimientos alternativos como el naturismo, la ecología, la diversidad de género y las distintas vertientes de la agricultura ecológica. Además, las iniciativas locales y comunitarias han formado parte de la primera línea de defensa social ante la falta de servicios gubernamentales a todos los niveles.

Veamos algunas de las iniciativas en el ámbito agroalimentario:

  • Las agricultoras y los agricultores ecológicos pudieron reaccionar rápidamente para aumentar la producción local de alimentos frescos, especialmente en cuanto a las hortalizas.

  • Aumentaron las ventas directas a través de cestas variadas de productos de las fincas y elaborados artesanalmente, tanto en la modalidad de entregas semanales de la agricultura con apoyo comunitario, como de entregas de pedidos a la orden.

  • Las entregas se hacen en lugares centrales para facilitar el trabajo de agricultores y agricultoras, en las casas de los clientes, o en lugares previamente señalados, como lo ha sido la Placita de Roosevelt, en San Juan.

  • Ante la prohibición de moverse y reunirse en lugares públicos, el movimiento agroecológico defendió su condición de componente del sistema agroalimentario nacional, y distintas organizaciones emitieron certificados para garantizar que las personas agricultoras y distribuidoras pudieran transitar por las calles y avenidas dela Isla.

  • Algunos mercados ya establecidos, como los del Viejo San Juan, Rincón y Aguadilla, pasaron a modalidad servi-carro, lo cual permitió a las personas agricultoras vender y a los consumidoras adquirir productos de calidad.

  • La Cooperativa Orgánica Madre Tierra, ante la prohibición de utilizar la Placita Roosevelt en Hato Rey, donde se ha venido celebrando un mercado orgánico por casi veinte años, logró habilitar un amplio estacionamiento cercano desde el mes de julio, donde más de veinte placeros y placeras y hasta 500 personas consumidoras se encuentran cada dos domingos.

  • Las y los agricultores han desarrollado estrategias para producir y vender colectivamente, compartiendo esfuerzos y abaratando costos.

 

La producción agroecológica ha sido apoyada por la perseverancia de empresas de semillas como Desde Mi Huerto, o de composta como TAIS. También, desde instancias oficiales se ha apoyado la producción sustentable de alimentos en Puerto Rico, no solo la agroecológica sino también la de las fincas pequeñas y familiares. Varias organizaciones no gubernamentales, como World Central Kitchen y la Hispanic Federation han trabajado para proveer alimentos y otras ayudas a miles de familias puertorriqueñas que han pasado hambre ante la falta efectiva de apoyos oficiales.

Las iniciativas desde las comunidades, las organizaciones sociales, las fincas de las y los agricultores familiares, la resiliencia agroecológica y el apoyo de algunas agencias y empresas sensibles y responsables, han formado parte del esfuerzo colectivo para garantizar seguridad alimentaria, marcando el camino hacia una verdadera soberanía alimentaria puertorriqueña futura.


(*)El autor es ecólogo social, autor y educador en agroecología y políticas para la sustentabilidad. Ofrece charlas, seminarios y talleres. alvareznelson@hotmail.com

Ha publicado los libros: El huerto casero: manual de agricultura orgánica, La Tierra Viva: manual de agricultura ecológica, y Sembramos a tres partes: los surcos de la agroecología y la soberanía alimentaria. Disponibles en las librerías y en Libros787.com

BIBLIOGRAFÍA MÍNIMA    
Altieri, M., y Nicholls, C., Eds. 2017. “Nuevos caminos para reforzar la resiliencia agroecológica al cambio climático”. Berkeley, 94 págs.

https://foodfirst.org/wp-content/uploads/2017/10/Libro-REDAGRES-Caminos-a-la-resiliencia.pdf
Álvarez Febles, Nelson. 2018. “El huracán abre el surco a la resiliencia agroecológica”. Revista Corriente Verde, junio 2018.

Álvarez Febles, N., Félix, Georges. 2020. “Hurricane María, Agroecology and Climate Change Resiliency”. Chapter in Climate Justice and Community Renewal Resistance and Grassroots Solutions. Routeledge/Earthscan.

Comas, Myrna. 2011. “La seguridad alimentaria en Puerto Rico y la cadena de suministros de alimentos”. Revista Corriente Verde.

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