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El nacimiento de alternativas de soberanía comunitaria 
y justicia social como secuela del paso del Huracán María

por la Isla de Puerto Rico

Por: Fernando Silva Caraballo, Director, InCiCo. 

En este artículo comparto algunas de las iniciativas de respuesta y recuperación comunitarias que hemos acompañado desde el Instituto de Ciencias para la Conservación de Puerto Rico (InCiCo) luego del paso de los Huracanes Irma y María por Puerto Rico. Describo con más detalle la iniciativa El fogón de la comunidad, aunque todas son ejemplos de lo que catalogamos como alternativas de soberanía comunitaria y justicia social. 

Comienzo por explicar qué es InCiCo, cuya propia creación fue también motivada por el interés de generar un espacio de trabajo para aportar a la equidad y la justicia social en la comunidad y desde ella misma. Nuestra organización es puertorriqueña, no gubernamental y sin fines de lucro. Trabaja con comunidades que, a pesar de la riqueza natural y cultural que caracteriza su localización y entorno geográfico, han visto limitadas sus opciones de desarrollo socioeconómico, por lo cual enfrentan enormes retos sociales. Con la intención de acompañar a estas comunidades a identificar alternativas de desarrollo socioeconómico y a poner en práctica el principio de equidad y justicia social, InCiCo se enfoca en el uso y en un mayor y mejor aprovechamiento de la riqueza patrimonial, natural y cultural de estas comunidades y de sus entornos geográficos. 

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Luego del paso del huracán María, nos hemos dedicado temporalmente a servir de vehículo, junto con el liderato comunitario local, para canalizar de forma más justa y equitativa los recursos disponibles provenientes de fuentes externas a la comunidad, de modo que su distribución llegue a las personas más vulnerables y con mayor necesidad a través de integrantes de las propias comunidades. Después de la etapa inicial de respuesta inmediata, InCiCo se mantiene trabajando principalmente en tres iniciativas que estratégicamente buscan estimular la autogestión de la comunidad para provocar mayor autonomía, estabilidad, continuidad y, sobre todo, independencia de las ayudas externas e intermitentes del sector privado y del gobierno local y central. Las tres iniciativas tienen como denominador común atender como primera prioridad las necesidades que comprometen la salud y la vida de las personas más vulnerables, ya sea por su frágil condición física o de salud o por el pobre o ningún acceso a los recursos básicos en las siguientes tres áreas: alimentación, agua potable y prevención de enfermedades y protección de la salud.  

 

Otro denominador común de estas tres iniciativas es el método empleado para trabajar con los grupos y residentes en las comunidades. La inserción e intervenciones se hacen a partir del desarrollo de la confianza mutua entre sus integrantes y mediante acompañamiento participativo, sin intermediación externa o ajena a las personas residentes y en interacción directa con el liderato local y residente en la comunidad. 

Las tres iniciativas parten de dos premisas fundamentales:  

  • que la recuperación legítima de la comunidad se logra fortaleciendo su resiliencia para afrontar los problemas y los retos que supone su vida diaria y funcional, porque ahí es donde reside la capacidad de enfrentar los efectos de eventos perturbadores o situaciones adversas que provocan el caos o la crisis;  

  • que la autogestión de la comunidad debe darse desde la acción concertada de sus miembros, y no de un individuo, y debe tener como prioridad el desarrollo de la autonomía en contraposición al asistencialismo de muchas de las políticas de apoyo de las estructuras gubernamentales y corporativas.  

 

Por otro lado, con la concreción y desarrollo de las iniciativas de respuesta y recuperación, las comunidades tendrán proyectos con el potencial de trascender el voluntariado exclusivamente, considerando que algunas de estas iniciativas pueden constituirse en la base de emprendimientos que aporten a la recuperación de fondo y prospectivamente al desarrollo socioeconómico de cada una de estas comunidades. Esta debe ser la próxima etapa del proceso, una vez se haya estabilizado la emergencia. 

Las iniciativas que describiremos más adelante tuvieron su origen inicial en tres comunidades: Las Mareas de Salinas, Playa Guayanés en Yabucoa y Barrio El Pino de Villalba. Hoy ya se ha puesto en marcha alguna de estas iniciativas, o las tres, en 115 comunidades entre 25 municipios. Hay que reconocer también que el respaldo a InCiCo para estos esfuerzos ha venido de La Fundación Comunitaria de Puerto Rico, de la Federación Hispana, de colectivos puertorriqueños en Philadelphia, New York y  Montana, de contribuciones individuales de residentes en Puerto Rico y fuera de la isla, pero muy especialmente de la inspiración que emana de líderes de comunidades que han demostrado una voluntad monumental para enfrentarse con una esperanza inquebrantable y un optimismo contundente a los terribles efectos de los huracanes sobre la vida cotidiana en sus comunidades.

A continuación, describo brevemente las iniciativas Agua segura para vivir y Las Tres Mosquiteras, pero me detendré en El fogón de la comunidad.

Agua segura para vivir 

Esta iniciativa consiste en proveer a la comunidad los conocimientos y las herramientas para entender y poder proteger la salud de sus residentes en lugares de la Isla donde las fuentes de agua de las que depende la comunidad para el consumo (beber, cocinar y para higiene bucal y corporal) no son seguras porque contienen bacterias, sedimentos y otras impurezas. 

Las Tres Mosquiteras 

Es una iniciativa que anima y organiza, junto con líderes de comunidades, a grupos de residentes para asumir la tarea de confeccionar con sus propias manos mosquiteros para la protección de las personas más vulnerables en sus comunidades. 

El fogón de la comunidad

Esta iniciativa tuvo su origen en la respuesta comunitaria intencional de proveer acceso a alimentos a vecinos y vecinas durante los primeros dos meses del paso de los huracanes. En la primera etapa de esta iniciativa, nuestro acompañamiento a la comunidad consistió en transportar los alimentos desde una cocina confiable en el área metropolitana. Un grupo de residentes de la comunidad asumía la tarea de servir los alimentos y empacar y distribuir otra parte para llevar a la mano a las personas que no podían desplazarse por razones de edad, enfermedad o cuido de niños o enfermos. 

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La segunda etapa consistió en cocinar con sus propias manos y sabores. Las personas residentes de la comunidad organizaron un grupo con experiencia en cocinar cantidades grandes de alimentos. Se asignaban los componentes de un almuerzo y concurrían en un mismo lugar de fácil acceso a la comunidad donde se servían los alimentos. Luego se llevaban a los que no podían desplazarse hasta allí. La iniciativa en esta etapa disminuyó aún más la dependencia de alimentos traídos del exterior y estimuló la movilización de las personas residentes, les provocó sentirse útiles, promovió compartir saberes y sabores y, sobre todo, garantizó que las personas más vulnerables se alimentaran. En esta etapa, a la iniciativa se le bautizó El Fogón, no porque se cocinara con leña al aire libre, sino por la afinidad del concepto de cocinar para más personas, más de las que viven en la casa del fogón, lo que es usual cada vez que un fogón se enciende y se cocina para compartir con la familia extendida, personas vecinas y amigas.

En estos momentos, después de ocho meses del paso de los huracanes por Puerto Rico, las iniciativas El Fogón de Guayanés en Yabucoa, El Fogón de Las Mareas en Salinas, Villa Calma II en Toa Baja y, próximamente, el Fogón de Las Vegas en Cayey siguen comprometidas con la misión de proveer acceso a alimentos para las personas más vulnerables en sus comunidades y estudian la alternativa de estructurar la iniciativa formalmente como un establecimiento de justicia alimentaria comunitaria. Esto significa, constituirse en un establecimiento de cocina que suponga una opción permanente dentro del recinto físico de su comunidad para todos y todas sus residentes, donde cualquiera pueda obtener como mínimo un plato de comida caliente diariamente por un donativo menor al precio de los “alimentos” que ofrecen los establecimientos de “fast foods”. 

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Aún más importante, El Fogón, con el apoyo de estos donativos, continuaría cocinando para proveer alimentos a todas y cada una de las personas en la comunidad con o sin los medios y especialmente a las que por razones económicas no puedan o no tengan los recursos para desplazarse o que por su condición de salud mental o física no tengan acceso a alimentos, a cocinar y a alimentarse. Hay que resaltar que en las comunidades donde se han establecido estos fogones no existen establecimientos de comida en su entorno inmediato, como tampoco existen establecimientos donde comprar ni siquiera un litro de leche. 

La meta de la iniciativa del Fogón en cada una de sus comunidades apunta cada vez más hacia la erradicación del hambre y la malnutrición mediante una alternativa que descansa y depende de la voluntad y el esfuerzo propio de sus residentes, un verdadero proyecto de soberanía comunitaria y justicia alimentaria. Debo decir, además, que tenemos la esperanza de que el objetivo de acceso a los alimentos y la erradicación del hambre en Puerto Rico pronto figure también en la agenda y formulación de estrategias que defiende y por la que lucha el movimiento de soberanía alimentaria y agricultura ecológica en nuestra isla. Además de denunciar la vulnerabilidad de Puerto Rico frente a la importación de alimentos, creemos que también debe plantearse cómo hacer, en caso de superar la producción local, para poder superar también las condiciones que propician el hambre dentro del entorno inmediato de las comunidades más pobres de Puerto Rico y los escollos para lograr que haya un verdadero acceso a los alimentos producidos localmente con las mejores prácticas agroecológicas. Sobre esto hay esperanzas porque nos consta que existe la sensibilidad, el compromiso y la sabiduría entre muchas de las personas promotoras y líderes intelectuales y practicantes de la soberanía alimentaria y de la agroecología en Puerto Rico.

El fogón de la comunidad no ha sido la única alternativa que ha nacido durante los terribles meses que se han caracterizado por las secuelas de los huracanes, y quizás no sea el único modelo con posibilidades de solucionar el problema del hambre en comunidades donde el acceso a los alimentos es una de las razones de muerte entre las personas más vulnerables. Sin embargo, El Fogón es una alternativa a escala comunitaria que se abre paso y aventaja mucho a la variedad de ensayos gubernamentales que a través de la historia han fracasado en sus intentos por erradicar el hambre en Puerto Rico y eliminarla como una de las razones de muerte especialmente entre la población de mayor edad. 

Por nuestra parte, estamos convencidos y convencidas de que las iniciativas que ha puesto en marcha InCiCo son una valiosa propuesta de recuperación y una proposición acertada para fortalecer la resiliencia de las comunidades marginadas en la Isla. Creemos firmemente que estas iniciativas son un estímulo muy efectivo para potenciar las posibilidades de desarrollo socioeconómico de cara al futuro y para una verdadera recuperación y estabilización en algunas de las comunidades más vulnerables a los eventos extremos, como ha sido el caso de los más recientes huracanes que han pasado por Puerto Rico. 

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