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Importancia y valor de las áreas oscuras en Puerto Rico

Por: Olga Ramos USDA Forest Service International Institute of Tropical Forestry GIS and Remote Sensing Lab

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Las observaciones satelitales del globo terrestre en la noche destacan a Puerto Rico prominentemente iluminado en el hemisferio occidental. Nos distinguimos claramente de nuestras islas vecinas por la gran cantidad de luz artificial que emitimos hacia el espacio, producto del desparrame urbano y de las actividades nocturnas de la población puertorriqueña.

Más aún, los modelos globales de propagación atmosférica de luminosidad artificial nocturna estudiados por científicos italianos y estadounidenses muestran incluso cómo esta influencia de la luz artificial no solo abarca toda la isla sino que sobrepasa la costa, extendiéndose kilómetros afuera en el mar.

Ya desde el suelo, descubrimos que la fuente principal de toda esta emisión de luz se origina del alumbrado público y privado que cuenta con poco o ningún control de flujo luminoso hacia el cielo. En muchas de nuestras ciudades y cascos urbanos, en vez de observar un cielo nocturno oscuro, estrellado y con color de fondo negro, percibimos cielos teñidos por un resplandor luminoso blancuzco o anaranjado y nubes de similar coloración. El área de influencia lumínica de estos asentamientos urbanos se difunde y combina con otros domos de luz vecinos, impactando zonas lejanas a la fuente emisora. No es difícil constatar cómo la abundancia de objetos celestes es variable en diferentes localidades de la isla, dependiendo de la cantidad de iluminación presente. Por ejemplo, en zonas urbanas y moderadamente suburbanas, como en el área metropolitana de San Juan, es prácticamente imposible ver las nubosidades de nuestra galaxia, la Vía Láctea, mientras que en localidades más rurales o de poca densidad poblacional el número de objetos celestes aumenta dramáticamente y la Vía Láctea se hace visible.

Esta perturbación del color de la brillantez natural de la noche es reflejo de la contaminación lumínica prevaleciente en Puerto Rico. La contaminación lumínica produce alteraciones físicas y químicas en la luminosidad natural nocturna, causando efectos adversos en el ambiente y la salud de los seres vivientes. El fenómeno se agrava en noches húmedas, nubladas o con alto contenido de aerosoles como polvo de Sahara, humo o cenizas volcánicas. En efecto, en muchos de nuestros cascos y corredores urbanos más densamente poblados vivimos en condiciones de brillantez del cielo nocturno muy parecidas a tener una luna llena perpetua, sin que tomemos en cuenta las consecuencias para la salud del ser humano y otros organismos sensitivos.

Desde fines del año 2008, las personas integrantes del Comité Asesor Sobre Contaminación Lumínica nos hemos planteado la necesidad de estudiar con mediciones locales la brillantez del cielo nocturno en la isla. Con el apoyo del Servicio Forestal Federal y del Fideicomiso de Conservación de PR (ahora Para La Naturaleza), Olga M. Ramos González e Ismael Miranda, del Comité, han recorrido la isla muestreando con fotómetros de calidad astronómica localidades con características de cielos más oscuros. Nuestro propósito ha sido resaltar la importancia del valor natural de estas zonas y recomendar acciones que promuevan la conservación y expansión de las mismas. En este estudio han colaborado la Sociedad de Astronomía del Caribe, la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras y Humacao, estudiantes, dueños de terrenos privados, al igual que otras personas participantes del Comité.

Se ha experimentado con varios equipos y procedimientos utilizados en estudios internacionales para desarrollar un protocolo adecuado para la Isla. Hemos hecho mediciones en varios municipios incluyendo Vieques y Culebra y en localidades cercanas a los tres principales cuerpos bioluminiscentes de Laguna Grande, Bahía Mosquito y La Parguera. A pesar de que hemos comprobado que la contaminación lumínica en la isla es extensa, encontramos que todavía persisten zonas con buena calidad de cielo nocturno en Mona, en el este de Vieques y Culebra, entre Lajas y Cabo Rojo y en la zona montañosa interior del oeste. En todos estos lugares la calidad del cielo es única en Puerto Rico, por lo que deben atesorarse y protegerse para futuras generaciones. Es crucial que en estas zonas se ofrezca más información sobre prevención, control y manejo adecuado de fuentes emisoras, tanto a las alcaldías como a la ciudadanía, para evitar degradar la calidad actual del cielo nocturno.

Desde Bahía Parguera observamos no sólo la iluminación proveniente del poblado de Parguera, sino también los domos de luz irradiada de pueblos y barrios circundantes tan lejanos como Guánica, Yauco, San Germán y Cabo Rojo. En contraste, en pueblos ubicados en valles y zonas costeras, especialmente aquellos cerca de las regiones metropolitanas, los cielos de noche son mucho más brillantes y muestran valores de medios a altos de contaminación lumínica. Por ejemplo, los cielos nocturnos medidos en el Jardín Botánico en Río Piedras y Santurce son cerca de 100 veces más brillantes que los de Mona, Cabo Rojo, el este de Vieques o Culebra.

En el Bosque Nacional del Yunque, la influencia de luz artificial de pueblos vecinos como Luquillo, Fajardo y Ceiba es considerable. Desde el interior del Bosque Nacional, la iluminación procedente de estos pueblos sube montaña arriba desparramándose entre la nubosidad prevaleciente. En el caso de La Reserva de Las Cabezas de San Juan en Fajardo, esta misma luz es a su vez dispersada y propagada atmosféricamente por las nubes en dirección hacia la Laguna Grande. Como consecuencia, la degradación de la calidad del cielo nocturno sobre la Reserva impacta negativamente la percepción de la bioluminiscencia en la laguna y el hábitat de especies costeras sensitivas tales como el tinglar o el carey.

Con la puesta en vigor del nuevo Reglamento de la JCA sobre prevención y control de contaminación lumínica, esperamos que la calidad del cielo nocturno vaya mejorando y ocurran cambios positivos que permitan una iluminación más controlada y no intrusiva. Rescatar nuestros cielos oscuros no solo nos permitirá recuperar nuestra ventana natural al universo, sino también nos beneficiará al reducir los impactos a la salud humana y a la biodiversidad nocturna y crepuscular. A la par, si lográramos iluminar apropiadamente el suelo y no el cielo, favorecería el bolsillo de los puertorriqueños al disminuir el costoso consumo energético asociado a la iluminación excesiva en la isla.

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