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El Calentamiento Global, ¿Influye en los huracanes?

Por: Dr. Rafael Méndez Tejeda

Universidad de Puerto Rico en Carolina / Laboratorio de Ciencias Atmosféricas Expert reviewer / Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC) rafael.mendez@upr.edu

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La influencia del calentamiento global en los ciclones tropicales es un tema que ha ocasionado mucho debate en la comunidad científica. En este artículo analizo el comportamiento de tres variables: temperatura del planeta, cantidad de dióxido de carbono (C02 ) en la atmósfera y ciclones tropicales en el Océano Atlántico.

El término “ciclón tropical” incluye las perturbaciones (ondas), las depresiones, las tormentas y los huracanes. La clasificación de estos fenómenos atmosféricos se basa única y exclusivamente en la intensidad de los vientos sostenidos. Cuando los vientos son inferiores a 74 millas por hora, el fenómeno se considera una tormenta; si los vientos están entre 75 y 95 millas por hora, se trata de un huracán categoría uno (I), que puede llegar a categoría cinco (V), la mayor, si sus vientos superan las 155 millas por hora, como fue el caso de Katrina o de Wilma.

Desde el inicio del siglo pasado, la temperatura promedio del planeta era de 18° (64°F). Este valor aumentó, desde 1950 hasta el año 2000, en 0.60° C (1.08°F) y, en la última década, en 0.14° C (0.26°F), lo que refleja un aumento para el periodo de 1950 a 2009 de 0.74° C (1.33°F). A partir de 1995, la temperatura planetaria ha tenido los doce años más cálidos desde que se tienen medidas con termómetros.

Por otro lado, el consumo de combustibles fósiles (derivados del petróleo) ha contribuido enormemente al efecto invernadero, fenómeno que impide que la Tierra, al calentarse durante el día, pueda enfriarse durante la noche. Además del C02 (dióxido de carbono) que es generado principalmente por los combustibles fósiles, existen otros gases tales como el vapor de agua y el metano, entre otros, que también son considerados causantes de este efecto. En cualquier caso, la cantidad de C02 que se arroja a la atmósfera ha ido en aumento año tras año. Estas emisiones se incrementan de un modo acelerado. Desde 1950 al 1985, la cantidad de este contaminante aumentó de 290 a 350 partes por millón, es decir, 0.035%. En la actualidad, esa concentración supera las 375 partes por millón (0.00375%). De seguir el ritmo actual, para el 2030 habremos llegado a las 600 partes por millón, duplicando en menos de un siglo la concentración de este contaminante en la atmósfera.

También puede observarse que existe un aumento en temperatura que guarda relación con la cantidad de ciclones tropicales. El aumento en la temperatura se ha acrecentado a partir de 1980. Al estar la tierra compuesta en un 70% de agua, la respuesta térmica tarda más tiempo; por ejemplo, observe que mientras los meses más cálidos para la zona tropical (Caribe) son desde junio hasta agosto, la mayoría de los ciclones se forman en los meses de septiembre y octubre, debido a que es el momento en el cual el agua inyecta el calor a la atmósfera, combustible imprescindible para la formación de estos fenómenos climáticos. Es importante señalar que, para que se forme un ciclón, la temperatura de la superficie del mar debe ser superior a los 26.5 °C (80°F), aunque la temperatura no es la única influencia para la formación de huracanes.

La fuerza y la dirección del viento, con la altura, juegan un papel de suma importancia en el desarrollo de la estructura de los ciclones tropicales. El fenómeno denominado El Niño, u Oscilación del Sur, afecta los huracanes en el Atlántico. Este fenómeno se caracteriza por una gran masa de agua cálida que surge en el Océano Pacífico cada tres a siete años. Aparece próximo a las Navidades (de ahí su nombre, en honor al Niño Jesús), pero sus efectos se sienten en nuestra región mucho más tarde. El Niño tiende a producir grandes evaporaciones de agua que generan vientos cortantes y que, en la alta atmósfera, debido a la circulación atmosférica, se trasladan hasta el Océano Atlántico y debilitan los huracanes que se hayan formado en este océano.

Además del fenómeno El Niño, existen otros que están relacionados con la formación y/o fortalecimiento de los ciclones. Es importante señalar la llamada Piscina de Agua Cálida del Atlántico. Este enorme estanque de agua cálida abarca desde el sur de nuestras costas caribeñas hasta el Golfo de México, lo que facilita combustible (vapor de agua) suficiente para que en esta región los fenómenos ciclónicos tiendan a intensificarse.

Al observar el comportamiento de los huracanes en las últimas décadas, encontramos que entre 1960 y 1969 se formaron en el Océano Atlántico noventa y dos (92) ciclones, es decir; tormentas y huracanes de diferentes categorías. En la década de 1970 a 1979 se formaron noventa y cinco (95). Luego, en la década de 1980 a 1989, se formaron noventa y tres (93). En la siguiente década, de 1990 a 1999, se formaron cien (100) y, finalmente, en la década de 2000 a 2009, se crearon ciento treinta y cinco (135). Como se puede observar, ha habido un incremento en la cantidad de ciclones en casi todas las décadas. Es conveniente aclarar que en este artículo sólo se han contado las tormentas y huracanes. Otros fenómenos como las ondas y las depresiones no se han tomado en cuenta para el análisis, pero hay evidencia de que el aumento en este tipo de fenómeno ha sido mucho mayor.

En resumen, usted, como lector o lectora, puede analizar la información que le he suministrado y llegar a sus propias conclusiones sobre si existe o no una relación entre el calentamiento global y la formación de ciclones tropicales. Sin embargo, le adelanto que el Servicio Meteorológico ha pronosticado que, en ausencia del fenómeno El Niño (que con sus vientos cortantes en la altura sirve de escudo protector y debilita los huracanes que se formen en el Océano Atlántico), con el incremento de la temperatura a nivel global y con una Piscina de Agua Cálida en nuestra región, es decir, con estos elementos ineludibles, la próxima temporada de huracanes para el año 2010 podría considerarse como una de mucha actividad ciclónica.

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